La última
innovación tecnológica son las máquinas que realizan diseños comestibles.
El presente
se está acercando a aquella fantasía de la comida descompuesta y recompuesta,
fragmentada y reconstruida. Y la tecnología que permite estas operaciones es la
impresora 3D de alimentos, una novedad que ya tiene sus primeros
desarrolladores en la Argentina y que, tarde o temprano, se masificará y
alcanzará los restaurantes, los bares y los hogares.
Para comprender
en qué consiste este dispositivo, hay que partir de la impresora 3D de objetos.
Éste artefacto toma un dibujo hecho en la computadora y lo construye en el
espacio real: derrite el plástico y por medio de cabezales lo deposita capa por
capa con enorme precisión para arrojar como resultado el objeto voluminoso
perseguido. La impresora 3D de alimentos funciona igual, pero en lugar de tener
al plástico como materia prima, utiliza comida. Por su versatilidad y
precisión, aseguran algunos, su arribo a locales gastronómicos es inevitable.
"La
impresión 3D te permite fabricar platos únicos y de morfología compleja. Lo
interesante es que no importa la complejidad que tenga, si lo imprimís el costo
será siempre el mismo", explica David Cimino, un ingeniero en sistemas
dedicado al desarrollo de esta tecnología. Cimino piensa el dispositivo en su
veta comercial e industrial y se encuentra actualmente trabajando sobre una
extrusora 3D, es decir, una máquina que empuja todo tipo de pasta adentro de
una pieza (por ejemplo, una galletita), pero lo hace siguiendo un diseño de
computadora. "Esta tecnología funciona muy bien cuando querés personalizar
un producto, por ejemplo, si querés que un chico dibuje algo en la computadora
y que luego éste dibujo se materialice en una galletita. O en una fiesta hacer
galletitas con una caricatura de los invitados. Incluso sería posible scanear
en 3D la figura de la cumpleañera y hacer su busto con ingredientes de
torta", se entusiasma el emprendedor.
El primer campo donde
la impresora 3D ha conseguido acomodarse es la pastelería. La razón es que la
tecnología, en su fase inicial, demuestra un enorme potencial para la
decoración, por su capacidad de posicionar material con precisión siguiendo un
patrón digitalizado. "Todavía no está tan claro cómo adaptar esta
innovación para platos más elaborados o gourmet", reconoce el ingeniero.
La mayoría de los desarrollos a nivel mundial están volcadas a la pastelería.
Se trata de
las impresoras Chefjet y Chefjet Pro. La primera, del tamaño de un microondas,
cuesta 5000 dólares. La segunda, del tamaño de una pequeña heladera se vende a
10 mil dólares.
El proceso para imprimir los dulces comienza con la elaboración en la computadora de un modelo tridimensional del objeto que se quiere imprimir. Luego, un software divide ese modelo en capas, que sirven de patrones para la impresora, empezando con la capa inferior.
La máquina distribuye una capa fina de azúcar que se rocía con agua. Ese proceso se repite cientos de veces hasta que se completen todas las capas y se obtenga una réplica real del modelo diseñado.
Por el
momento, los productos no están disponibles, pero esperan lanzarlos a la venta
para hoteles y cadenas de panaderías en Estados Unidos.
Según explica
Liz von Hasseln, del equipo de diseño, la máquina utiliza un cabezal de
impresión de chorro de tinta, similar al de las impresoras 2D de escritorio.
“Propaga una capa muy fina de azúcar que se cristaliza y se endurece para
formar figuras geométricas complejas”, indicó.
La antecesora
de estas impresoras es la Choc Creator, una impresora lanzada en 2012, cuyo
lema es “creating your chocolate style “ (Creando tu estilo de chocolate) y se
vende a 5800 dólares.
Aquí les dejamos un video de la impresora que todos quisieramos tener en casa!
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